viernes, 10 de mayo de 2013

Las mil y una noches de terapias fallidas.

Nada tiene un órden lógico en la vida.

Por más que los ateos-científicos de ultraderecha se empeñen en demostrarlo.

Hay secuencias infinitas, fractales, números que se multiplican exponencialmente en cantidades que una mente humana en toda su vida jamás podría descifrar.

Un día alguien está y al otro ya no.

A mí enséñenme las fórmulas algebraicas del amor, o del odio, de la pasión, de la intensidad, de la locura.

Hay amores que son lógicos y racionales, amores que son ardientes e incendian lo que tocan, destructivos. ¿Cuál es la fórmula mágica?

¿Qué balance de qué elementos CHO necesita el cerebro para equilibar un rush como tener a alguien cerca y no poderlo besar?

Por ahí leía: ¿Quieres ser inmortal, enamórate de un escritor? Yo digo: Enamóralo.

¿Cuántas cartas tengo guardadas como textos de oro cuya musa fui yo?

¿Cuántas publicaciones he hecho aquí y en china (hablando metafóricamente) sobre amores pasionales de esos irracionales, viscerales que te dejan de rodillas pidiendo perdón por todo y llorando por tu mami?

Varios.

Hay varios.

Musas para mi inspiración y musas para la inspiración de alguien más.

Todos pasamos por los polos de la vida. Pero no hay un balance perfecto. No existe tal cosa.

Ni con pastillas para epilépticos durante 5 años, quieran venir a mí ¡A MÍ! A querer balancearme, equilibrarme... ¿normalizarme? ¿Yo?

¿Cuándo y dónde me perdí?

Explíquenme con manzanas, con cubitos, con palitos y ábacos.

¿Cuándo y dónde decidí que mi vida podría ser más normal que corriente? ¿Más equilibrada que limítrofe?

Esa soy yo, es mi esencia. es lo que transpira cada poro de mi cuerpo como gritándole al universo: ¡Qué yo puedo con más que esto! ¡Qué soy mucho mejor y más capaz de lo que me consideran! ¡Qué mis sueños más bizarros son más viables que encontrar el gen que genera que la depresión maníaca se hereda!

Y sí, estoy encabronada. Mucho.

Tanto que - de ser fiel creyente - irónicamente - le daría gracias a algún santuchón por no tener una pistola a la mano.

Y no lo siento, no debería de avergonzarme quién soy, lo que he hecho y lo que quiero. Es simple.

NO vengan a complicarme más, con teorías y prácticas y tareas y las mil y un terapias. No estoy loca.

Que bien lo dijo Bukowski: Pobre de la gente que en sus vidas jamás enloquece, que tristes y aburridas vidas han de vivir.

Sí, conozco a varías de esa especie.

Y no, yo no soy una de ellas.